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Almería. Sierras

Sierra de los Filabres. Puerto de Velefique

En el centro. Ahí se encuentra la Sierra de Los Filabres. Durante estos días nos ha estado vigilando, escondida tras nubes lejanas. Nos recibe un poco tímida: alguna retamas, higueras retorcidas y pequeños campos de olivos y almendros. Las ruinas de algún cortijo y alguna pita despistada completan el panorama. Una subida constante, pero poderosa a través de peñascos ocres y verdosos nos lleva hasta la cima del Calar Alto. Allí se encuentra el observatorio astronómico, que termina de dar el toque marciano a estas cumbres. Algunos jirones de nieve junto a la carretera, nos acompañan hasta el camping-mesón de Las Menas. Allí pude ver a mi amor platónico: una BMW R80 GS Paris-Dakar, totalmente restaurada… Nos da pie a seguir hablando de motos; llevamos hablando de motos 5 días y seguiremos 3 ó 4 más.

Calar Alto. Observatorio Astrofísico Internacional

Tras la montaña rusa emocional, ahora toca la de verdad: bajar a Bacares, subir la Tetica y descender el puerto hasta Velefique… Un porrón de metros de desnivel entre las subidas y la bajadas. La parte sur del Alto de Velefique es la más conocida, pero la que baja hasta Bacares, es también una delicia. No me extraña que este puerto sea conocido como “el Stelvio español”. Como yonquis de las curvas, nos tiramos montaña abajo…¡Como si no hubiéramos tenido curvas por hoy! Con el jirón naranja del atardecer reflejándose en las cumbres de la sierra, vamos descendiendo. Arriba, los cerros van pasando del rojo al cárdeno, y abajo, en el desierto, se van apoderando los azules y grises.

Sierra de Alhamilla. Cerca de Níjar

Junto a Tabernas la Sierra Alhamilla hace de farallón defensivo frente al mar. Vamos a subir hasta Colativí, y antes de salir y como muchas otras veces, la gente nos pregunta por las motillos. Esta vez con la suerte de que un paisano aficionado a las motos, nos sugiere y nos invita a ir por la pista de tierra que va de camino a su cortijo. ¡No se hable más, señor! Era un camino que el año pasado habíamos visto con ojos golosos y que nos transporta, en una sucesión de curvas de ocre tierra batida hasta el Pico Colativí.

Sierra de Alhamilla. Cerca de Turrillas

Desde allí podemos contemplar dos panoramas cercanos y distantes. Hacia el norte las suaves crestas del desierto: un oleaje áureo, que dibuja un mar sobre la arena. Al fondo las sierras azuladas, donde estuvimos ayer. Hacia el sur, Níjar y toda la extensión del campo de Gata que acaba en el océano. Entre nosotros y el Mediterráneo, en la lejanía, una hilera de color blanco sucio del plástico de los invernaderos, discordante con todo el paisaje.

Pico Colativi

Nos dirigimos hacia Níjar; bueno más bien nos despeñamos. El desnivel de la pista a su paso por Huebro, merece ese calificativo: despeñarse. Paramos en la plaza rodeada de casicas blancas a repostar, pero rápidamente nos abalanzamos de nuevo hacia los cerros marrones y pelados de la Sierra. La carretera no se si serpentea, zigzaguea o culebrea… Nos lleva a las ruinas de hornos de calcinación de Lucainena, testimonio del pasado minero de estas tierras. Descendemos de nuevo la Sierra de Alhamilla, pero esta vez de cara a las ramblas del desierto. En la bajada, nos encontramos con un ciclista hecho polvo. Destrozado nos comenta si queda mucho para la cima. Es la última subida de hoy, acude desde Baza hasta Lucainena campo a través., más de 90 km de subidas y bajadas. Tiene la cara desencajada, pero nos comenta que se encuentra bien, que solo necesita descansar unos minutos y tomar agua y algún fruto seco.

El día se va acabando y nos despedimos del erial de Tabernas. Cuando pase el tiempo (por ejemplo: un mes, cuando escribo esto), echaremos de menos estas ramblas secas, y pensaremos de nuevo en ir a algún otro lugar…

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Almería. Desierto

RV 125 Grisácea contemplando el Desierto de Tabernas

Un panorama intenso y espectral, regado con la luz (esta vez sí), se extiende ante nosotros. Paisajes evidentes, de tierra desnuda, sin aditivos. El desierto de Tabernas. Parece que un titán enloquecido ha arañado la tierra hasta sacarle los colores a las entrañas del mundo. Marrones, acres, pardos, sienas con toques zinc e incluso algún amatista despistado. Los arbustos aquí y allá. Los cerros arcillosos con sus torrenteras en forma piramidal, que se mantienen en pie a duras penas.

Creo que es la diferencia tan drástica de los desiertos con el paisaje habitual, lo que hace que vayamos en su búsqueda. Normalmente, la gente prefiere paisajes abiertos de hierba exuberante, con árboles, vegetación diversa y una vista despejada. Sin embargo, hacemos 1.000 km para pasear por el paisaje con pequeños arbustos en la roca desnuda y estar rodeado de barrancos que te cierran la vista los 360 grados.

Desierto de Tabernas

Las “bad-lands” un laberinto de ramblas y barrancos. Cauces de agua, que solo corren de tarde en tarde, aunque por la experiencia de estos días y por el paisaje que encontramos, se intuye que lo hacen de forma violenta y concienzuda. Esta furia hace que se formen profundas ramblas generalmente secas que, como una serpiente buscando el sol, zigzaguean hasta encontrar una salida de estas áridas tierras hacia el mar.

A cada recodo un nuevo panorama: un pequeño cañón horadado por las aguas minuciosamente, un barranco a punto de regurgitar de las entrañas de la tierra algún pedrusco, pequeños arbustos que aprovechan el tesoro de las precipitaciones de hace unos días. La arena es, en algunos casos como un batido de piedras, y hace que las ruedas se encallen levemente. ¡Vamos, vamos! Nos acompaña algún rebaño perdido, guiado por paisanos que van a los cortijos que se encuentran diseminados por las vaguadas. Desde alguno de ellos salen a saludarnos los críos. Me recuerda a el Atlas, pero esta vez el chaval tenía aspecto diferente: pecoso, pelirrojo, y con los ojos verdes. Probablemente hijo de algún nórdico escapado de aquellas tierras para vivir sin estrés en el desierto del sur de Europa. La alegría del crío al ver las motos es igual que para los cachorros de otros orígenes. En el fondo, sea cual sea nuestra tribu, a todos los niños nos gustan las motos…

Vanvaneando por desierto de Tabernas

Dentro del casco, voy recelando de que en la siguiente vuelta del camino va a aparecer de frente un jeep levantando polvo y conducido por Sir Henry Jones, mientras discute con su hijo. ¡No puede ser! Ahora vislumbro tras la visera del casco a T.E Lawrence comandando un batallón de beduinos. ¿Será el calor que me derrite la sesera o es que soy un peliculero? Por los retrovisores veo el casco de Juantxi, y temeroso, por si acaso no me paro, no vaya a ser que aparezca algún forastero, o lo que es peor: tengamos que pedir ayuda a algún personaje de la era Hiboria. Decididamente hay que ir a tomar algo.

Salimos del erial desde Santa Fe de Modújar hacia Gergal. Con el PAP (*) no hay problema, localizamos una auténtica Venta en el camino.

(*) Pregunta al Paisano. Versión analógica del GPS. Fases: parar la moto, levantar la visera, interaccionar con las gentes del lugar. Es sano, divertido y casi siempre consigues tu objetivo, llegar al destino propuesto. Es mejor preguntar de uno en uno. Dos PAP a la vez pueden dar sentidos contradictorios

Venta del Pino en Gergal. Comida casera. El dueño nos dice que se jubila; que le tocó la lotería el año pasado; que ya no quiere seguir con el ajetreo del negocio; que lo suyo son las cabras y que se va para la sierra de Filabres a cuidar de ellas. Nosotros iremos los próximos días; no tendremos un premio de la lotto, pero conseguiremos una buena gratificación motera.

Suzuki Van Van en Desierto de Tabernas

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VANdalucía (3). La Alpujarra

La Alpujarra

Camino a La Alpujarra

Una vez que nos vamos despidiendo de la zona desértica del Almería, y a pesar de que vamos ganando poco a poco altura, la geografía se va haciendo menos yerma, apareciendo algo de vegetación. Se comienza a adivinar la geografía esencial de La Alpujarra: barrancos, cárcavas, quebradas y ramblas nos acompañarán en la travesía. El color va cambiando de los tonos ocres amarillentos a los verdes oscuros. También existe una Alpujarra almeriense a lo largo del cauce del río Andarax, algo más árida que la granadina, pero también muy serrana…

Durante nuestra transición desierto-montaña, comenzamos a ver al fondo la mole blanca de Sierra Nevada. Esperaríamos encontrar picos y moles rocosas, pero desde aquí solo se observan ligeras protuberancias sobre el uniforme cerro nevado y redondeado en sus bordes. Durante este periodo del recorrido, sin embargo, se hace más preponderante la Sierra de Gádor, que nos separa de la costa, que se sitúa al Sur. Con sus pequeños neveros (llega a los 2200 msnm), quiere semejarse su compañera de más al norte.

Vista de Sierra Nevada desde La Alpujarra almeriense

El recorrido por estas tierras es toda una montaña rusa, pasando desde los 450-500 msnm de los pueblos más bajos (Órgiva o Ugijar), hasta los 1.436 m de Capileira o los 1.476 m de Trevélez, estando su mayoría entre los 900 y 1000 metros (Cadiar, Berchules, Busquistar, Laroles…) Precisamente en Laroles, paramos a comer un plato alpujarreño y algunas otras viandas, como choto asado o perdices escabechadas…

Laroles

Seguimos ruta hacia el Oeste y pensarás que, al acercarnos a ella, la Sierra mas alta de la Península se hará más visible y destacada; pero como todo en estas tierras es irreal e ilusorio, Sierra Nevada se esconde tras la propia combadura de sus pendientes. Aquí y allá se observan los pueblos blancos de La Alpujarra, pero la sierra se ha escondido detrás de las colinas que coronan estos valles y barrancos. En Cadiar disfrutamos de un atardecer amarillento, anaranjado, y finalmente, violeta.

Las curvas de La Alpujarra

Vista en el mapa, la carretera tiene muchas curvas, pero en la realidad se asemeja a una culebra furiosa que va deslizándose por los diferentes barrancos que conectan la parte más alta de Sierra Nevada con los valles que se encuentran más abajo… A cada vuelta de un recodo, aparecen unas nuevas vistas: un barranco, una nueva aldea blanca, una quebrada con su pequeño puente para vadear un río, otra sierra al fondo…

Si consigues templar los nervios, desde la carretera comienzas a ver los pueblos de La Alpujarra mucho tiempo antes de llegar a ellos, pero la zigzagueante sucesión de curvas hace que parezca que nunca vayas a conseguirlo. Desde lo lejos, las aldeas parecen blancas manchas de pintura derramadas por la brocha de un torpe gigante en un lienzo verdoso y arrugado: una aquí, otra allá, algunas muy juntas, otras separadas… Pero desde más cerca, compruebas que las casas son una tupida aglomeración de paredes blancas y grises con techos rectangulares, dispuestas en forma de escalones, similares a una abigarrada pintura cubista.

Los Pueblos de La Alpujarra son manchas en un lienzo…

Esa forma cuadrada y con disposición escalonada, es muy similar a las aldeas del Atlas marroquí, exceptuando que aquí están encaladas de blanco y en Marruecos hay que distinguirlas del color ocre predominante en las montañas. La forma y disposición de las casas tiene su razón de ser: los terrados planos y la distribución en forma de escalera facilitan una mayor exposición al sol a lo largo de todo el día (no nos olvidemos que estamos a más de 1.000 metros de media sobre el nivel del mar). Todo ello nos lo explicó el jefe de el bar “La Fragua de Trévelez, donde pudimos disfrutar de su famoso jamón, del que unos dicen que su gusto está relacionada su curación a gran altitud y otras personas hablan de brujería, para conseguir su famoso sabor..

Desde todas estas poblaciones, la Sierra de la Contraviesa es la vista predominante. Aunque con una altura no superior a los 1250 metros, desde los pueblos alpujarreños se observan las estribaciones y quebradas de estas montañas, como si fueran una bola de tela arrugada. Quizás por estas vistas, o pensando en lo la ruta que aún teníamos por hacer después, al partir de nuevo tras de un refrigerio en la “Taberna del Acusado” de Bubión, me olvidé la bolsa sobredepósito; al echar una ojeada al mapa descubrí el olvido. Muy amablemente la dueña me dijo, al regresar a por ella, que intentó localizarnos pero ya nos habíamos metido por el laberinto de callejuelas de la aldea.

Pista a Sierra Nevada

Más arriba, desde Capileira sube una pista hacia la Sierra. Desde allí podemos observar las cumbres nevadas, pero solo en algunos tramos, porque aún subiendo a ella, la sierra se muestra esquiva. Discurre una pista que se comunica con el Pico Veleta y de allí pasar al otro lado de la Sierra, hacia Granada. Sería estupendo poder pasar por ella un día: se abre un día al año, con motivo de una romería, por agosto…A la bajada a Capileria, en el Bar Panjulia, nos sirvieron un buen plato alpujarreño con los productos representativos de la zona: morcilla, lomo de orza, longaniza, papas a lo pobre, huevos fritos y jamón serrano (¿hace falta que explicar más?).

https://www.flickr.com/photos/13183701@N03/

Bajando desde Sierra Nevada

A la llegada a Orgiva vemos varios autoestopistas que quieren subir hacia tierras mas altas… Varios chavales con aspecto de hippies (que no hipsters) se sitúan al borde de la carretera con sus carteles de «La Alpujarra», esperaban a ser recogidos por algún conductor. No hace tanto viajar haciendo auto-stop era la alternativa mas barata para echarse a la carretera. Hoy, prácticamente nadie hace dedo.

Ya de vuelta al hotel, desde Orgiva hasta Cadiar discurre una carretera más ancha que la de los días anteriores, pero no por ello con menos curvas. Esto es el reino de las curvas. En alguno de los pueblos que hemos pasado había un bar que se llamaba «La Recta»; y efectivamente se situaba en una recta de la carretera, pero ésta era de no más 150 metros… Ya de vuelta a Cadiar, nos pilla el ocaso, la tierra se vuelve roja y los almendros y frutales parecen bailar en filas de a dos…

Varias posteles de recuerdo:

Postales de La Alpujarra

Postales de La Alpujarra

Nos vemos en el siguiente post…

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VANdalucía (2). Almería: desierto, mar y montaña.

Desierto

Desierto y Mar

Nos encontramos con Pluto, Ilak y Suso. Ayer llegaron más pronto que nosotros, y ahora por la mañana comentamos la jugada… Tenemos una semana por delante para deleitarnos con las carreteritas desde Cabo de Gata hasta La Alpujarra. Ellos disfrutaron ayer del Puerto de Velefique. Lo tenía marcado en la hoja de ruta, pero finalmente no lo podré hacer. Ya tengo excusa para volver.

Las monturas en Mini Holliwood

Hemos quedado con Lokkis, un vanvanero de Almería, para que nos hiciera de anfitrión en tierras almerienses. Él ha tenido la “culpa” de que me bajara hasta aquí, con sus crónicas en el Foro. Teníamos previsto hacer hoy una ruta por la zona de Calar Alto, pero al final cambiamos los planes para subir al Pico Colativí. Antes pasamos por la zona de los Holliwoods almerienses (MiniHolliwood y TexasHolliwood). Tras la jornada de hoy comprenderemos porqué producciones como “Indiana Jones y la Última Cruzada”, “Patton”, “Lawrence de Arabia”, “El Bueno, El Feo y el Malo” o “Cleopatra”, eligieron estos lugares como escenarios.

Vanvaneando por el Desierto de Tabernas

Vanvaneando en Desierto de Tabernas

Vanvaneando en Desierto de Tabernas

Según vamos subiendo hacia el Pico Colativí, podemos ir observando el erial que se va ampliando a nuestros pies. Pocos lugares como los desiertos son capaces de aunar con perfección en su paisaje, la desolación y la belleza. La escasa o nula presencia de vegetación sobre el terreno, con una variada gama de colores, blanquecinos, marrones, ocres, terracotas, amarillentos, grises y rojos, hacen que este paisaje lunar cause un gran impacto visual y emocional al viajero. Los romanos llamaron a esta zona que se extiende desde Almería hasta Murcia Campas Spartarius, ya que en ella solo valoraron que crecía el esparto. Pero el observador que tiene sentido del paisaje aprecia la belleza que se encuentra en ella. Cerros pelados dan lugar a barrancos erosionados por las escasas lluvias que se vislumbran de carácter torrencial. Abundan los montículos arenosos, las zanjas y las ramblas secas originadas por los torrentes de agua de lluvia a lo largo de los años.

Bajando del Pico Colativi (Huebro y al fondo los mares)

Por una divertida pista llegamos al Pico Colativí, desde donde podemos observar el mar Mediterráneo y las costas del Cabo de Gata. Así mismo, según vamos descendiendo por la zona de Huibro, y a través de una luz seca, engañosa, podemos ver como toda la costa está cubierta de otro tipo de mar, el océano de plásticos de los invernaderos. Atravesamos Níjar, y nos dirigimos hacia el mar, atravesando pequeños valles como el del Pozo de los Frailes, adornados con chumberas y con un verdor que no habíamos observado hasta ahora. En San José pudimos degustar alguna vianda típica de estos lugares.

Campillo de los Genoveses (Cabo de Gata)

A la tarde, y siempre guiados por Lokkis, nos adentramos en el Cabo de Gata por el este. Una pista que en ocasiones está cerrada al tráfico, nos conduce al Campillo de los Genoveses, un pequeña ensenada que se sitúa entre la sierra de Gata y el mar Mediterráneo. El nombre está relacionado con una interrupción del dominio musulmán de esta zona entre 1147 y 1157, el decenio en el que se mantuvo la ocupación cristiana llevada a cabo por una coalición liderada por Alfonso VII (rey de Castilla y León). En ella tomaron parte aragoneses y una flota de genoveses, todo ello con el beneplácito del Papa Eugenio III, que le dio carácter de cruzada. Una flota genovesa se mantuvo oculta durante el asedio de la ciudad de Almería en la ensenada en la que nos encontramos, de ahí su nombre. Pitas, pencas y chumberas adornan el camino, que junto con el prado florecido de amarillo, con alguna pincelada roja, y al fondo el mar, dan a este lugar una combinación cromática especial. Toda una delicia. Un poco más allá la Playa de Monsul, lugar cinematográfico donde el Sean Connery, en el papel de padre de Indiana Jones, derriba a un caza alemán, con la simple ayuda de un paraguas.

Cabo de Gata

Nos acercamos ahora hacia el Faro del Cabo de Gata. Una carretera paralela al mar, con la costa nuestra derecha y las salinas y las montañas rojizas de origen volcánico a la izquierda, nos dirige hasta la ensenada del cabo de Gata. Atravesamos Torre García y la capilla de Las Salinas, que señala el lugar donde hubo una aparición a unos pescadores en 1502. Tras una pequeña colina, podemos apreciar el lugar donde se alza el Faro. Hasta allí llegaremos: es el final del mapa que me desvelaba de mis sueños hace unos días. De nuevo Grisácea se ha portado…

El Mar en Cabo de Gata

Salinas en Cabo de Gata

Rambla y Montaña

Al día siguiente nos acercamos a la zona de Santa Fe para hacer unas pistas. Desde Tabernas se atraviesa la escarpadura que forma el lecho del río Andarax, donde el verde profundo de los naranjos, contrasta fuertemente con los tonos ocres ligeros y fuertes de las ramblas y llanuras del desierto. Una vez en Santa Fe seguimos la máxima vanvanera para llegar a todos los lados, menos sofisticada que el GPS pero más eficaz: el PAP (Preguntar Al Paisano). Preguntando se llegó a Roma, y “Preguntando al Paisano” te indica la carreterita o la pista por donde quieres y puedes vanvanear… Así que, nos acercamos a la plaza el pueblo a almorzar y a preguntar a los paisanos. Conseguimos la información precisa, y yo me quedé hablando con el señor Simón, al que todos en la plaza le saludaban; fue barbero “de navaja”- como me dijo él-, ferroviario y también muy parrandero. “Ahora los euros no sirven para nada, antes una perra gorda, y te ibas toda la noche de jarana. ¡Toma, para que se lo des a tu hija, que así conocerá lo que es la peseta!”, me dice dándome una moneda de 100 pelas. La guardaré durante todo el viaje hasta llegar a casa… Me despido de él y nos acercamos hacia el erial.

Vanvaneando en Tabernas

Una rambla a ratos arenosa y en ocasiones pedregosa, nos va acercando a Las Alcubillas. Hace calor y en estas hondonadas aun más. La rueda de atrás colea y colea. Atravesamos un par de veces las vías del tren (hacía años que no pasaba un paso de tren sin barreras). Parecen abandonadas, y si apareciera un convoy ferroviario, a lo mejor aparecen “Rubio”, “Sentencia” y “Tuco” desde la colina más próxima. En vez de eso, aparece un pastor, que apremiado por Pluto (todo un maestro en la técnica PAP), nos dice que vamos en la buena dirección.

Tráfico en la Rambla de Santa Fe

Por la tarde, decidimos dejar atrás el desierto y subir a las montañas. A la mañana estábamos clavando rueda en la arena del desierto, y a la tarde en la nieve de la Sierra de Los Filabres. Nos vamos alejando del mar y una vez ganamos altura, apreciamos toda la zona de la costa, vislumbrando Sierra Nevada, hasta llegar al Observatorio Astronómico. Ahora hace frío, me ha venido bien la cazadora tricapa… Los vanvaneros se divierten como niños en los neveros, solo falta la guerra de bolas…

Observatorio Astronómico de Calar Alto

Bajamos hacia Gergal para ir directamente hacia Tabernas, pero el mapa Michelín (¡qué bonico él!), nos indica que hay otra carreterita sin definir entre Olula de Castro y Castro de Filabres, para que vamos a ir directos ¿no? Otra montaña llena de curvas…

Sierra de los Filabres

Atardece. Uno de los momentos que más me gusta de los viajes en moto es que te pille atardeciendo. Significa que no tienes prisa por llegar a casa, que no hay obligaciones por hoy ni mañana… ¿se le podría llamar libertad? Entre Desiertos y Sierras han transcurrido las jornadas en Almería. En Tabernas, paramos a tomar una cerveza. El jefe del garito nos invita a una ronda, nos comenta que es de Marruecos, y es la guinda del pastel para tener un deja vú . Nos acercamos a cenar al Route 66, una costillas “american style”, y tras llegar al hotel, nos retrasaremos en ir a la cama, ya que una fiesta de despedida de los un nutrido grupo de estudiantes de geología ingleses que se alojan allí, va a hacer que no podamos dormir en un rato. Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él…

Nos vemos en el siguiente post…

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VANdalucía 2015 (1). Del Norte al Sur

Suzuki Van Van en Desierto de Tabernas (Almería)

Se me metió en la cabeza hacer un viaje hasta Almería; durante el invierno fui maquinando las posibilidades: sierras, desierto y mar en unos kilómetros a la redonda. El lugar perfecto para vanvanear… Sin embargo, esta noche antes de partir, no consigo dormirme; me levanto y despliego el mapa Michelín número 734 (Nacional España y Portugal), -“¡joer que grande es!”-. Repaso toda la parte del mapa que tengo que recorrer hasta llegar desde Pamplona a Cabo de Gata. Vamos a tener tiempo de realizar la máxima que dice que: “lo bueno de viajar en una moto de baja cilindrada es que tienes tiempo para ir valorando el color del paisaje”.

Tras haber preparado toda la intendencia en la moto, “Grisácea” y yo cruzamos el valle del río Ebro, nos adentramos en las montañicas aragonesas, pasamos por La Almunia de Doña Godina, Cariñena, Épila, Daroca… disfrutando de carreteras solitarias, que no abandonadas. Se va haciendo la primavera según me voy acercando al sur: los colores van cambiando. La gran mayoría de los vehículos a motor se desplazan por las autovías, pero nosotros viajamos por la antigua nacional (N-234) para irnos dando cuenta que hacía bastante tiempo que no rodábamos; demasiado quizás. Hoy toca media Península en direción sur, y como si la gravedad actuase de arriba a abajo en el mapa, la RV se mantiene a ritmos estables, con una velocidad media de 90-100 km, adelantando a todos los camiones. Cuando el viento sopla de cola y la carretera pica ligeramente hacia abajo, no nos apercibimos claramente de ello. A la vuelta no será igual….

Cruzando el Río Tajo

Habíamos quedado con Juantxi en Molina de Aragón, pero que está en Castilla La Mancha. Llega con algo de retraso respecto a la sincronización de nuestros relojes. Un café de despedida más largo del previsto, en su Valencia natal, y una parada rutinaria en un control de la Guardia Civil tienen la culpa. Uno de ellos le dice a título informativo que los intercomunicadores todavía no están autorizados para su uso en general (solo autoescuelas y policías), pero que en la próxima legislación se pondrá en orden su reglamentación precisa. El acompañante del primer agente, se queda sorprendido cuando le pregunta a mi amigo hacia donde se dirige. “¡A Almería! ¡¿En una 125?!”…

Serranía de Cuenca

Tras la parada de la autoridad, unos abrazos y unas vituallas en Molina, para recordar viejos tiempos… A la tarde, otra media jornada motera por la Sierra de Cuenca, ya conocida de otras ocasiones , pero no por ello menos disfrutada… El nacimiento del Río Cuervo, en plena Serranía es un buen sitio para hacer una pausa. Nos espera Hombre Cansado un poco más al sur de la Sierra, nos lo encontramos en el Embalse de La Toba. Esta noche acogerán en su casa a dos friki-vanvers. Como es normal, después de la cena y antes de irnos a dormir, arreglamos la situación económico, política y social, tanto nacional como internacional un par de veces, nada más. Nos reimos mucho, eso si…

Nacimiento del Río Cuervo

Al día siguiente, un día espléndido (pero helador) amanece en Cuenca. Hombre Cansado, como fiel escudero, nos acompaña hasta la frontera con Albacete. De nuevo en la carretera, esta vez la otra media Península que nos queda. Es sencillo: si de Pamplona a Tabernas hay unos 1.000 km y ayer hicimos la mitad del camino, hoy nos quedarán unos 500. Nos toca Castilla la Mancha; la toponimia de La Mancha, tiene diferentes teorías, pero una de ellas se explica que procede de la palabra árabe «mányà», que se ha traducido como «alta planicie», «lugar elevado» y «meseta”. Así mismo, Albacete en su nombre arábigo es “Al-basath”, que viene a significar “La Llanura”. Si realmente es así, los dos son merecedores de su nombre. Es agradable durante un rato de nuestra travesía, ver una sola línea en el horizonte que separa el cielo azul luminoso, de la tierra verde centeno brillante, con alguna oscura encina despistada haciendo malabarismos en la cuerda floja.

Llegamos a Hellín, la patria chica de otro amigo vanvanero. Un mensaje de WhatsApp y Aracos deja a su familia en la mesa, para venirse a tomar un café con nosotros. Unas risas, y nos aconseja bajar por la zona del Embalse del Cenajo, para que veamos que en Albacete también hay carreteras con curvas, ¡muchas curvas y muy bonicas!

Embalse del Cenajo (Albacete)

Queremos llegar al mar y además, que nos pille atardeciendo junto a la costa de Almería. Pero aún nos queda atravesar Murcia por Caravaca de La Cruz y Lorca, hasta llegar la costa. Un atasco en Lorca (estamos en Semana Santa), no haber previsto bien los kilómetros a cubrir, y se nos hace de noche por el camino. Desistimos de vanvanear al lado del litoral y decidimos ir directamente a Tabernas desde San Juan de los Terreros. Planificamos todas las posibilidades para no perdernosen la noche, sin fijarnos que debemos llenar los depósitos. Juantxi que va delante con el GPS no se da cuenta de ello, y en la primera gasolinera que vemos abierta (son la 21:30 horas) le pego una pitada de impresión. En la segunda, de nuevo el ruido estridente de la bocina; me paro, aunque mi compañero no se da cuenta. El mozo de la gasolinera sale espantado preguntándome si me ocurre algo. Mientras le explico lo sucedido y me alaba la fortaleza glútea de llegar desde el Norte en nuestras pequeñas monturas, aparece Juantxi. Una vez repostados, nos despedimos del chico, que nos desea unas buenas rutas por la zona, y en conducción totalmente nocturna, llegamos al Hotel en Tabernas para reunirnos con nuestros compañeros de ruta desértica, venidos desde Sevilla y Madrid.

Nos vemos en el siguiente post…

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