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Foto Van Van. Hacia las Dunas de Erg Chebbi

Las dunas de Erg Chebbi al fondo

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Foto Van Van. La Grand Ghourd

Suzuki Van Van y la Grand Ghourd (Erg Chebbi – Marruecos)

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Suzuki Van Van Morocco (5). Desde Hassilabed hasta Gorgues du Dades

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Amanece en Ergb Chebbi

El desierto despierta. Un cielo cada vez más enérgico, tornándose azul. La inmensa pared triangular de la gran ghourd, cambiando sus tonos hacia el grana. Un poco más abajo, las manchas oscuras del oasis. Mientras tanto, se van aclarando las sombras de los sifs de las dunas, como si fueran arrugas de algo muy viejo que vuelve a rejuvenecer. Destaca con la luz el azul de los hombres preparando a los camellos, que no sé si van tomando la tonalidad de la arena o la arena va tiñéndose del color de esos apacibles y curvilíneos animales. Parece mentira que un sitio que pensamos desolado, árido y monótono, nos regale tal conjunto cromático.

Desafío cromático

Amanece en Erg Chebbi

Como el hombre no puede vivir solo de poesía, tener la posibilidad de disfrutar del desayuno con un jamón ibérico en casa de Alí el cojo, nos alegra tanto como las experiencias vividas en pleno erg. Debemos continuar viaje, y hay que llenar los depósitos de gasolina. A lo largo de nuestro viaje, y a pesar de nuestra poca autonomía, no hemos tenido (ni tendremos) problemas a la hora de conseguir gasolina. Tan solo en esta gasolinera de Merzouga (la más alejada de nuestra ruta), había bastante gente esperando a cargar los depósitos, sobre todo a última hora de la tarde del día anterior;  alguno se quedó sin repostar, ya que a las 16:30 horas se habían agotado todas las existencias. Por lo demás, hemos ido encontrando gasolineras (Afriquia, Ziz, Petrom, Olibiya, Shell…), y ninguna moto ha notado la diferencia en el octanaje. En este sentido, en lo que respecta a la gasolina, si fuimos prudentes a la hora de atravesar el Atlas, como ya comentaremos. En las gasolineras encontramos también vendedores de recuerdos: pulseras, pañuelos, colgantes, orfebrería o dagas ornamentales. Algún vanvanero cargó en el equipaje una gumía berebere…

Una mañana de charla en el desierto

Estábamos en duda sobre si acceder a la zona de Tinghir por la carretera N-12 y posteriormente la R-113, pero al final por indicación de Youseff, conocedor de las vías que unen Marrakech con Merzouga, decidimos ir por la N-13 hasta Rissani, recorrer la R-702 hasta Tinejdad, y posteriormente la N-10 hasta Tinghir (Tinerir). Son carreteras bien asfaltadas, por donde vas alejándote de la zona desértica a través de la hammada. Se pueden observar palmerales en algunos tramos de la misma (sobre todo en Rissani), pero la llanura de piedras en algunas ocasiones se extiende sin obstáculos hasta más allá de la visión, haciéndote sentir con una sensación algo extraña, como pilotar a ras del cielo.

Cafetín (El Jorf). (40º a la sombra)

Una vez que vamos dejando atrás Rissani, El Jorf, Tinejdad, van apareciendo aquí y allá las montañas, con lo que la sensación de avance es mayor. En una de estas largas rectas, y al adelantarnos un Toyota 4×4, de la ventanilla de atrás surge un paisano colgado hasta la cintura. Con todo el ruido de las motos, conseguimos oír un “¡¡¡para, para, para, para!!!”… Se trata de Youseff, que va a recoger unos turistas a Marrakech. Por supuesto, paramos en medio de la carretera, y nos indicó que nos acompañaba a comer en Tinghir. Allí nos contó que se dedica a realizar rutas turísticas convencionales y también acompañando a grupos de moteros por carretera y off-road como coche de apoyo. Para la próxima incursión en Marruecos, y una vez habiendo visitado los paisajes más turísticos en este viaje, es probable que valoremos contar con él como apoyo y guía para nuestro viaje. En el restaurante, donde Youseff nos coló a varias decenas de turistas del norte Europeo, probamos el tajin de Kebah (carne picada con especias), toda una delicia. Y, ¿quién dijo que en Marruecos el café es malo? Antes de terminar de comer, ya nos había conseguido habitaciones en las Gorgues du Dadés.

Entre Todra y Dades

Nos fuimos acercando a las Gorgues de Dadés. Una vez repostadas las motos en un Afriquia de Boumalne Dadés, me aventuré a preguntar en inglés a unos chavales de unos 20 ó 25 años sobre la dirección a tomar, los kilómetros que nos quedaban y donde quedaba aproximadamente el hotel. Me sorprendió gratamente y agradecí que pudiéramos llevar una conversación fluida en la lengua de Shakespeare. No sé si en una cafetería perdida de nuestro querido país, las diferentes leyes de educación hubieran podido hacer a nuestros jovenzuelos expresarse tan bien en inglés con un forastero cualquiera. Así mismo, agradecí los buenos deseos para el viaje que nos dedicaron aquellos chavales. En mi experiencia, se trata de una actitud habitual de los marroquíes: amabilidad y parabienes para los viajeros y visitantes. 

Hawaii

En la cafetería de la gasolinera decidimos probar un Hawaii, bebida refrescante típica de Marruecos. Las sensaciones al tomarlo, me retrotrajeron a la infancia, aunque con percepciones algo más multifrúticas: el Tang era de un sabor único más o menos definido… Haciendo memoria, de las cuatro personas que tomamos dicho brebaje, tres de ellas caímos posteriormente con el virus del viajero… No se si hay correlación causal o es un error aleatorio…

Vanvaneros junto a los «Dedos de Mono» (Dades)

Las gargantas de Dadés han de recorrerse cuando el sol está bajo: al atardecer o al amanecer. El posible inconveniente que fue llegar con la caída del sol al hotel, se convirtió en ventaja al poder observar la cantidad de contrastes de colores en los contornos de las rocas rosáceas de los desfiladeros. Aparte de irte encontrando Kasbahs por todo el camino, las “Manos de mono” y el “Cerebro del Atlas” son dos monumentos naturales que no habría que dejar escapar si pasas por la carretera N-10 (se encuentran a unos 30 km desde la población de Boumalne Dadés). Así mismo, nos acercamos a las famosas curvas de la garganta de Dadés, un lugar motero por excelencia, para inmortalizar el momento.

Gorgues du Dades

Inmortalizando el momento

El hotel (Hotel Kasbah de la Vallé) se encuentra justo al lado de las famosas curvas de la carretera. Youseff nos reservó un apartamento de dos habitaciones con tres camas cada una y una habitación con tres camas. Junto con la cena y desayuno nos salió a 200 dirhams por persona (unos 20 euros). No está mal, ¿no?

Llegamos anocheciendo al Hotel

 

Nos vemos en el siguiente post…

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Suzuki Van Van Morocco (4). Disfrutando de Erg Chebbi

Suzuki Van Van en Erg Chebbi (Marruecos)

Sin haber propuesto una hora de salida, todos los moteros nos encontrábamos preparando los equipajes a las 08:00 a.m en punto. La ruta de hoy promete, ya que nos acercaremos al Erg Chebbi. Se trata de una gran superficie arenosa en la entrada del desierto del Sáhara, colindante con la frontera de Argelia. Los ergs son, en la imaginación del viajero, el desierto propiamente dicho: la interminable extensión de dunas que se asemejan a un mar de olas inmóviles, donde transitan las caravanas de camellos entre oasis perdidos.

La ensoñación del desierto

Sin embargo, la gran mayoría del desierto está compuesto por llanuras pedregosas, conocidas como hammada. Atravesando estas planicies nos vamos acercando a Merzouga, donde nos sorprende la aparición de densos palmerales incrustados entre pétreos valles. La vegetación en estos lugares es tan compacta que los poblados desaparecen entre las palmeras. Las carreteras siguen llenas de vida, pero van cambiando sus gentes: aparecen los primeros “hombres azules” y las mujeres ya no visten chilabas coloridas, sino que se cubren con tejidos de color negro. Los borricos pensativos tampoco faltan en las cunetas. Vendedores de todo tipo: fósiles, alhajas de colores imposibles, pequeños muñecos de dromedarios, pañuelos para el turbante berebere, el velo azul de los Tuareg,… No dudan en poner reclamos al borde de la carretera para que pares a regatear con ellos. Este risueño chaval nos enseñó a ponernos el velo al estilo Tuareg. Él ya no se acordará de nosotros, pero nosotros nos acordaremos de él, siempre que nos pongamos el pañuelo…

Van Tuareg

Pilotando por la hammada

Y niños, siempre niños; sea donde sea, aparecen niños…Fueron unos chavales en Erfoud, donde nos guiaron para coger la carretera R-702, que va directamente a Hassilabed, sin pasar por Rissani ni Merzouga. Comienza siendo una carretera asfaltada, que acaba convirtiéndose en una pista que discurre más o menos paralela a la N-13. Lo cierto es que no conocíamos su estado, pero las informaciones que habíamos recogido por internet nos decían que se trataba de una pista relativamente fácil. Nos adentramos en ella a lo bestia, sin haber valorado la presión de los neumáticos, sin ajustar correctamente los equipajes, sin pensar que hacer si hubiera algún contratiempo… vamos, que había ganas de llegar a Alí el Cojo. En una parada en medio de la nada, ajustamos la presión de los neumáticos. Disminuir la presión de las ruedas para circular off-road, y más en nuestras motos con ese pedazo balón que tenemos por rueda trasera, se nota y mucho. Con unos 1,00 – 0,75 bares la conducción es más segura y agradable…

Revisando las motos en mitad de la hammada

La pista de unos 30 km te va acercando paulatinamente al Erg Chebbi y es alucinante ver apareciendo ante ti, como si fuera un espejismo a través de la hammada, el mastodóntico grupo de dunas con su color anaranjado-rojizo, destacando sobre el amarillento de la planicie que las rodea. Que una motillo como las nuestras, te permita ver algo como esto, hace que no la quieras cambiar por otro medio de locomoción…

Espejismo del erg apareciendo ante nosotros

Por fin llegamos al Albergue Atlas du Sable de Alí el Cojo. Al menos para mí, fue como una “misión cumplida”, llevábamos muchas semanas dándole vueltas a la cabeza, sobre si podríamos o no llegar hasta ese rincón de Marruecos con nuestras motos, y mira tú por donde, allí nos habían llevado las Van Van. Cabe decir, y no es invención ni arrogancia, que fuimos interrogados en múltiples ocasiones y con gran sorpresa por parte los que preguntaban, de cómo habíamos sido capaces de llegar con aquellas motillos hasta Merzouga. La verdad es que, a mí no me ha cambiado el concepto que tengo de esta moto, pero si me ha reforzado la idea que con ella se puede hacer cualquier cosa que te propongas; lo único que tienes que tener es tiempo para disfrutar del camino que elijas.

Llegados a Alí el Cojo, precisamos reposar del camino: al fin y al cabo, estamos en una región desértica y las temperaturas sondarían los 35-40º. Con unas buenas brochetas de carne y el té moruno a la sombra del Albergue, las cosas se ven de otra manera. Algunos decidieron llegar hasta el lugar donde acaba la carretera N-13, muy cerca de la frontera con Argelia, y otros nos dedicamos a pasear las motos por las dunas y sacar alguna que otra foto. Como no podía ser de otra manera, y tras cualquier recoveco arenoso, aparecía un chaval a ofrecerte algún fósil, camellos en miniatura, colgantes con la cruz berebere, alguna rosa del desierto, etc.

La gran ghourd

Al atardecer y en dos vehículos 4×4, Alí y Youseff nos condujeron hasta las haimas. Yousseff es un berebere que está acostumbrado a manejar los nuevos vehículos de transporte que se utilizan en el desierto, sustituyendo a los camellos. Si alguna vez podéis disfrutar de un paseo por allí en 4×4 y aunque os parezca que la pendiente en curva de la duna se torna imposible para un vehículo de cuatro ruedas, nunca grites al conductor “¡¡¡para, para, para!!!”, ya que éste no te hará caso y al cabo de unos minutos te responderá: “¡paraaa, paraaa, paraaa!, ¡si paro no paso, me quedo atrapado…!”.

En 4×4 por el océano arenoso

Ali el Cojo dominando los elementos

En pleno océano arenoso, pudimos disfrutar de cómo los colores rojizos jugaban con las dunas antes de la puesta del sol. Cada vez te pones a hacer fotos hacia el Erg te acompaña una sensación de irrealidad. La sensación de que las cosas más importantes pueden parecer vacías, sin sentido. De todas maneras ninguna instantánea fotográfica puede hacer sentir la fuerza de un panorama como ése.

Irrealidad

Olas inmóviles

Atardecer en el Sahara

Las haimas son tiendas de campaña, al estilo berebere. Unas sencillas mantas hacen las veces de paredes para dormir en colchones a ras de suelo. Nos ofrecieron una cena con la harira, la típica sopa marroquí compuesta de tomate, apio, perejil, cebolla, algún garbanzo o lenteja y huevo escalfado. Se le suele añadir también fideos o arroz, y algo de harina para espesarla; todo ello condimentado con pimienta y una gran cantidad de especias. Completamos la cena con tajine de cordero. Aprovechamos la ocasión para disfrutar de la salida de la luna llena a través de las dunas, fumarnos un habano mientras nos introducíamos de lleno en la noche con canciones típicas bereberes y, finalmente, acomodarnos a descansar en nuestros vivacs.

Berebere

 

Nos vemos en el siguiente post…

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