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Maestrazgo (2). Las tierras solitarias

El paisaje sigue mostrándose desconfiado y osco al principio, pero es amable y hospitalario una vez te adentras en él.  Hacemos una incursión por el Maestrazgo de Castellón, para volver hacia el sur. Bordeamos las tierras de Morella, a través de Castelfort, Cinctorres… Nombres que nos llevan a pensar en tierras fronterizas y guerreras en otros tiempos. Muchos de estos pueblos se encuentran situados en riscos y, muchas veces, fuertemente amurallados. Todos tienen un aire aristocrático, como queriendo diferenciarse de los pueblos del llano. Nos encontramos con Ares del Maestrat colgado en la montaña, bien defendido con barrancos a su alrededor.

Aras del Maestrat

Ares del Maestrat

Volvemos a cruzar hacia Aragón. El paisaje se muestra deshabitado, poco bondadoso con el ojo humano, pero lleno de una digna solemnidad. No extraña que estos lugares fueran tierra de maquis. Los barrancos, los despeñaderos y las quebradas son el paisaje habitual, propicio para ocultarse y reguardarse de los peligros. En mi caso, se me antoja como un lugar propicio para huir del peligro de la rutina.

La bajada hacia La Iglesuela del Cid fue suave, llena de quietud y de prados verdes. Al llegar, palacios y casonas de piedra adornan nuestro camino. Poco a poco, a ritmo vanvanero y por una collada repleta de pinos y quejigos, nos vamos acercando a Mosqueruela. No encontramos ni un alma por sus calles, pero mientras comemos, se desata el estrépito. Con alboroto pasa una furgoneta y el altoparlante a todo trapo: «¡el chatarrero!, ¡ha llegado el chatarrero, oiga! ¡frigorificos, lavadoras, recogemos chatarra, oiga!».

La Iglesuela del Cid

La Iglesuela del Cid

Volvemos a rodar por carreteras despobladas. Cuando miramos el mapa Michelín de papel (no somos mucho de GPS), volvemos a ver una carretera pintada en puntos discontínuos. Éstas son la nuestras, las de las Van Van, pero todavía más despoblada y solitaria. Pero estas sendas son tan discretas, que corremos el riesgo de no saber cuando comienza el desvío. No hay problema, somos adictos al PAP (Pregunta al Paisano). En Puertomingalvo, nos acercamos a un paisano que se baja de un Renault 4L y al que le saludan unas cuantas gallinas que le están esperando en un corralillo. Es nuestro «agente de movilidad». Nos sorprende su castellano con un fuerte acento del norte de Europa, pero nos indica perfectamente por donde nos debemos dirigir.

Decir que la pista para llegar a Castelvispal es revirada y escarpada, es un eufemismo. Creo que no he estado en lugar habitado más recóndito. Se encuentra incrustado en una barrancada imposible, y para ir a él hay que coger el desvío en el camino que va desde  la nada hasta ningún lugar, pero recorriendo el camino más retirado. Cuando llegamos allí, cuatro casas (literalmente) y una ermita nos reciben. Deben de ser tan pocos los foráneos que nos acercamos hasta allá, que unas mujeres salen inmediatamente a la plazuela del pueblo a ofrecernos un café. Agradecidos por la amabilidad de las lugareñas y elogiando la audacia de habitar aquel pueblito, abandonamos el lugar por una carreterilla de curvas, curvones, e hipérboles.

Castelvispal

Castelvispal

Una vez en la carretera principal (desierta) no nos conformamos con ir de manera sencilla al lugar donde alojarnos; vemos un desvío hacia alguna ermita perdida en el monte. Suponemos que comunicará con los pueblos más cercanos (Linares de Mora y Mora de Rubielos), y podremos hacer un recorrido circular. No andamos desencaminados, a veces vagar tiene sus recompensas, y esta vez vagabundeamos entre pinares y pradillos de altura, buen lugar para volver a experimentar el tenaz aislamiento de estos parajes. De camino, saludamos a otro ejemplar de pino monumental de estas tierras: el Pino Letrado. Nos recogenos en Nogueruelas a pernoctar, no sin antes desgustar la gran gastronomía del lugar, incluyendo el queso de Tronchón y la Ternera del Maestrazgo.

Pino Letrado

Pino Letrado

Reflexionando estos días dentro del casco, el Maestrazgo se me antoja como una metáfora del entorno rural de éste nuestro país, que se abandona y se queda ahí, solitario, sumergido en una desatención que no se merece.

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Camino del Cid (III). Las tres Taifas

No ha habido que lamentar ningún herido en la batalla contra los mosquitos de esta noche. Me levanto y desayuno como un rey. Ruedo camino al este, justo debajo de una niebla que se encuentra adormecida en el fondo del valle del río Jalón. En Calatayud unas chicas muy majas de la Oficina de Turismo, me inundan de folletos informativos del Camino: los nuevos, los antiguos, sobre los castillos de Zaragoza…

Procedo a recorrer todo el valle del Jiloca, un lugar por donde se distribuían las Tres Taifas (Toledo, Zaragoza y Albarracín) en la época de Rodric Díaz. Por el camino me paro en Villafeliche. El sello del lugar es la bomba (literalmente el dibujo de una bomba tipo marca Acme). Está homenajeando al lugar donde se ha molido la pólvora durante siglos: a lo largo del XVI, había más de 180 molinos para surtir a las fortificaciones del norte de España. El explosivo para la defensa de Zaragoza durante los Asedios Napoleónicos en Zaragoza también salía de aquí. Pregunto donde se localiza el “bar del pueblo” que es el lugar de sellado, con lo cual es materialmente imposible no comenzar a entablar conversación con la parroquia. Con una cerveza y compartiendo un plato de altramuces, les pregunto por el dibujo del sello y me comentan riéndose, que se debe a que la gente aragonesa de por aquí es “muy guerrera”.

Ecuación matemática:

(Aragoneses) + [:/] + (Pólvora)2 = [Napoleón por patas].

Espero a Juantxi en Daroca haciendo unas fotos y sellando el salvoconducto. Decidimos recorrer el anillo de Gallocanta que rodea parcialmente le laguna del mismo nombre. En la carretera parcheada una y mil veces, nos empezamos a dar cuenta de lo despoblado del recorrido.

Daroca (Teruel)

Daroca

Entremés. Anecdotario de la ruta.

 – ¡Ah, del castillo!

– ¿Quién viene, por Dios?

– Venimos en busca de la mesnada de El Cid para recorrer el camino de Morella. ¿Dónde podemos encontrar al más valiente de los guerreros?

Los mozos viejos se miran unos a otros como si estuviéramos preguntándoles por Almutamid. Dos de ellos se aventuran a señalar cada cual en direcciones opuestas, y varios, con el rostro azogado, no tienen reacción alguna a la interpelación que les causamos, como si no hubieran visto nunca a caballeros en sus monturas. No sabemos a donde dirigir nuestras monturas, tal es la incuria de sus respuestas.

Vigilantes y a paso calmoso, cabalgamos en la hora de la siesta por las calles desoladas del lugar, cuando encontramos un palacete enarbolado con pendones, insignias y estandartes de los reinos del lugar. Sin duda aquí sabrán decirnos alguna nueva del Campeador. El portón batiente medio abierto invita a entrar, con respeto al lugar, para buscar contestación a nuestras demandas. Si bien vamos pertrechados como debe hacerlo todo caballero que se precie de su defensa, con celada, loriga y cota de malla, lo cual podría provocar recelos en las mentes más prevendas, con recato, sencillez y sumisión entramos la casona. Aun con todo ello, sobresaltamos a una doncella que por allí estaba laboreando las limpiezas de la villa, pensando que nuestras intenciones no eran del todo nobles, a habida cuenta de nuestra indumentaria.

 Con el rostro desencajado nos rebate con estas palabras:

– ¡No sé quien es ese “Mio Cid” del que me hablan, y ustedes no pueden estar aquí!

 Salimos con el rabo entre las piernas, y con la pena de no haber podido tener buenas nuevas del Cid Campeador, a pesar de que en otros lugares del nuestras andanzas siempre hemos podido saber de su destino…

Amable lector, para disfrutar del entremés y solazarse de la anécdota de nuestros protagonistas a la hora de buscar y no encontrar la oficina de Turismo en un pueblo de la Comarca del Jiloca, requerimos su colaboración. Por favor, traslade la situación al tiempo actual (2015) y sustituya:

  • CID y sus sinónimos, por Punto de Sellado.
  • Caballos, por motos.
  • Alnutamid, por marcianos venidos del más alla.
  • Palacete enarbolado, por ayuntamiento.
  • Celadas, loriga, cota de malla, por casco y traje de moto.

 

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Monreal del Campo (Teruel)

Monreal del Campo

Una pequeña parada en Monreal del Campo, donde la Bibliotecaria del pueblo nos arranca unos minutos de charla. Mientras busca el sello, admiro el poder de los atracción que tienen los libros de la biblioteca. Está claro que el Camino no solo lo hacen los monumentos, sino que son las gentes que te vas encontrando es lo que más ayudará a rememorar las vivencias del camino.

 

 

Volvemos a la carretera, a encontrarnos con la estepa, en la Siberia de la Península, y no solo por el frío, ya que es el lugar más despoblado de Europa. Otra vez las tormentas a nuestro alrededor. Está claro que esta zona el “Tornado Alley” peninsular. Franqueando el puerto del Tremendal, conseguimos llegar a Albarracín donde nos ponemos tibios de las carnes del lugar y seguimos hablando de motos hasta la hora de reposar nuestros culo-carpetas.

Albarracin

Albarracín

Por la mañana nos acercamos a Teruel, para comprobar que existe. Dando vueltas por aquí y por allá, nos encontramos aparcados en la Plaza del Torico. En esto que nos ven dos patrulleros. “Prepárate que esto es una ciudad y aquí nos van a clavar una multa”, pienso. Juantxi se muestra más tranquilo. Los agentes ni nos miran, se preocupan solo por las motos, finalmente nos preguntan como hemos llegado hasta aquí, indicándoles que soy de fuera y que le había insistido a Juantxi que conoce la ciaudad en ver el Torico, y que en esas nos hemos perdido, etcétera. Un buenas días y un buen viaje y salimos del lugar en modo bici (con el motor apagado y empujando las motos con los pies).

Teruel (Plaza del Torico)

Plaza del Torico (Teruel)

Tenemos que virar hacia el norte, porque queremos ir unos días a Pirineos y decidimos adentrarnos en el Maestrazgo. Mora de Rubielos, Rubielos de Mora, Cantavieja, Mirambel, Morella… bien merecen una nueva visita (que será cercana en el tiempo…)

Cantavieja (Teruel)

Cantavieja

Ha sido una incursión de tres días en el recorrido del Camino del Cid, pero no importa si se realiza el Camino entero o solo un pequeño tramo. Sirve para darse cuenta de la belleza de la geografía de la España interior, aquella flata de playas, compejos turísticos y demás parafernalia. Pero rica en paisajes naturales y paisanaje cultural.  Lo puedes hacer andando, en bicicleta o en moto, pero independientemente de la opción escogida, el Camino del Cid siempre termina por conquistarte.

 

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