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Camino del Cid (II). Tierras de Frontera

Por la mañana, lavado, peinado y con muda nueva, me dispongo a continuar mi travesía. Mientras desayuno me doy cuenta que ni de coña voy a poder hacer todo el camino y voy ojeando los mapas y algún blog que me han puesto los dientes largos, pero solo dispongo de un par de días más y una montura escasa de caballaje (aunque ávida de peripecias…). Como somos mucho de parlotear con los paisanos, con la charla con la jefa del hotel me olvido de devolverle las llaves de la habitación. Menos mal que había bajado al pueblo a seguir haciendo fotos, y la cosa se resuelve con un par de llamadas al móvil…

No auguran nada bueno las nubarrones hacia babor… Las tormentas comienzan desde la mañana. Paso debajo de la borrasca, pero no quiere descargar nada de agua. A lo mejor es obra del abate y sus compañeros…

Me acerco al Burgo de Osma, el punto de sellado está en pleno centro del pueblo, en una calle peatonal. Me meto como si fuera una bici. Me ve pasar un patrullero municipal. Le pido disculpas. Vuelvo a salir “chino-chano” y comenzamos una charla con el patrullero que allí me esperaba. Me dice que solo me ha dejado pasar por llevar “esa” moto. Lo típico:

  • ¿Desde Pamplona?
  • Si, poco a poco.
  • ¿El camino del Cid? ¿Entero? ¿Hasta Valencia?
  • Bueno todo no, lo que se pueda en unos tres días.
  • Muy bien, muy bien – mirando la moto de reojo- ¡Buen camino y que pase usted un buen día!
  • Hasta otra señor agente, ha sido usted muy amable…
  • Circule con cuidado, tenga en cuenta que estamos en una calle peatonal ¿eh?
  • … Estooo, si, ¡gracias!

Hoy me va a dar tiempo de darle vueltas bajo el casco recalentado con el sol de Castilla. El personaje de El Cid está un poco a caballo de la historia y la leyenda. Unos hablan de un gran guerrero, de amplia valentía, prudencia, generosidad, piedad, honradez y rectitud. En otros casos se habla de un mercenario, jefe de su propio destino que no buscaba más que su propio pan. En cualquier caso, lo cierto que su vida y obra han sido de las más estudiadas, llegando su leyenda hasta nuestros días.

Castillo de Gormaz

De castillos esta lleno el Camino. Uno de los más visibles en derredor es el de Gormaz, dominando desde una colina parte del erial. Subo hasta él por una estrecha carreterilla bordeando parte de sus murallas, para descubrir hacia donde dirigiré la moto. Antes me paro en el “club social” de la localidad a que me sellen el salvoconducto. Después de una charla sobre las características de la moto, un amable lugareño se empeña en convidarme a un vaso de vino. Le digo que voy conduciendo, pero persiste en su invitación. Mientras vamos charlando, salgo del local y sigilosamente consigo esconder un vaso de tubo lleno de tintorro entre las macetas de una ventana…

Berlanga de Duero

La estepa soriana: llevo unos 150 km por carreteras de segunda y de tercera, sin cruzarme nada más que con algún zorro despistado. Pero eso sí, en medio de la nada surgen pueblos como Berlanga de Duero y su castillo al fondo. Un muchacho de unos 15 años, con camiseta del futbol ultimo modelo, pantalones pirata y zapatillas Coverse -versión AllStars- se me acerca a ojear la moto. Le digo que es una moto para «viejóvenes», aunque parezca algo más. Se descojona (no se si de mí o de mi broma) y me advierte de que tenga cuidado con los corzos, que últimamente se acercan mucho a las carreteras. Se marcha con aire de John Wayne perdonando varias vidas. En la Oficina de Turismo me indican que merece la pena la visita a la iglesia de San Baudelio. Allá que me acerco a ver los frescos de la Capilla Sixtina del arte mozárabe. Se me antoja sobria por fuera pero bonita en su interior, algo así como el paisaje que me rodea…

Castillo de Medinaceli

No tengo más remedio que continuar a pesar de la canícula. Me habré cruzado con dos o tres vehículos en toda la jornada… Toda la peña está en la playa, ¿verdad Alfredo? Grisácea me acerca a Medinaceli y su austera fortaleza situada en un risco desde donde domina el cauce del río Jalón. Todavía sigue siendo esta zona cruce de caminos, parece que al menos desde la época de la Antigua Roma y por supuesto de la de El Cid. Cargo el depósito y pido un bote de Loctite en la gasolinera. El jefe me mira como si la necesitara para esnifarla o algo así. Con un gesto -elevando el pie-, le indico que la suela de la bota ha decidido tomar vida, y parece que quiere hablar…

Arco Romano (Medinaceli)

Se nota que la antigua N-II desde Medinaceli hasta Arcos de Jalón, tuvo tiempos mejores. Ahora sobrevive como simple vía de servicio, serpenteando a través de pequeños cañones, toda plagada de túneles, entre el río y las vías del tren; sin un solo vehículo a motor por ella… O sea un paraíso… Hasta que, por narices, me tengo que meter unos kilómetros en la autovía.

Ateca también me recibe en fiestas; junto al hotel se ha organizado un concierto de bandas de música municipales;  pasodobles y jotas me acompañan al descargar la motillo. Me cuesta un poco, pero encuentro un pequeña taberna donde seguir con la dieta sencilla. Honrando de nuevo a los productos de la tierra: unas longanizas aragonesas y huevos fritos, me servirán para recuperar fuerzas. Esta noche, de nuevo, el cielo se abre: una tromba de agua durante unos minutos hace que las gentes del lugar no recuerden tamaña tormenta en tropecientos años, para celebralo el jefe del garito me pone un pacharán por su cuenta….

Dejé la ventana abierta de la habitación del hotel, y un millardo de mosquitos me arroparán esta noche…

 

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VANdalucía (5). Vuelta al Norte

Lagunas de Ruidera

 Desde los Cerros de Úbeda a la Sierra de Cuenca

Hoy volvemos al norte… Richard nos guía por las comarcas entre Granada y Jaén. En su momento, cuando revisas los mapas de la ruta, te imaginas como pueden ser los paisajes que se esconden en ellos. Pues bien, todo lo supuesto de esta zona es totalmente diferente a los que estoy viviendo. A un lado la Sierra de Mágina y al otro la de Cazorla, hacen de esta parte de la jornada una buena experiencia. Hacia el sur, se ven grupos de cumulonimbos, señal de que se avecinan las tormentas. Hemos tenido suerte y buen tiempo todos los días…

Existen los cerros de Úbeda -doy fe de ello-, y no me importaría escaparme por ellos un fin de semana sí, y otro también. Cuando te fijas, en medio de las lomas hay algún pastor; y si saludas recibes una respuesta, señal de que los coches no le interesan, pero si los locos de las motos… El gigante, esta vez, pinta con escuadra y cartabón las líneas verde grisáceas de los olivos en un lienzo de fondo ocre claro.

Richard se despide en Úbeda, y nosotros continuamos por la A-32, dirección Albacete. Una vez pasada la frontera entre Andalucía y Castilla La Mancha, desaparecen los olivos y el paisaje cambia. De los olivos al centeno y los alcornoques, de las serranías a la planicie. Intentamos acortar la ruta, para llegar al punto de encuentro con Sergio, que otra vez nos va a acoger en su casa. Un desvío mal señalizado, y al final nos equivocamos para recorrer lo que en el mapa Michelin está definida como una “carretera mal asfaltada”. La primera sorpresa, las señales. Y después una carretera con mal piso que poco a poco que se convierte en una pista pedregosa pero que nos conduce hasta finalmente hasta Albadalejo (Ciudad Real)

Señales

 

La Mancha

Desde aquí se acabaron las curvas. La Mancha: donde la belleza está es su propia austeridad, en su monotonía. Donde no hay distracción visual, pero esta circunstancia aumenta, a su vez, la imaginación del viajero. No es difícil figurarse que, sin estas llanuras, Don Quijote no podría haber existido. En esta tierra donde todo es camino, sin ninguna restricción a la fantasía, el caballero andante se sentiría en cómodo, feliz, sumamente contento… Vamos atravesando llanos, kilómetro a kilómetro. De Albadalejo a Montiel, y finalmente llegamos a Ossa de Montiel. Recorremos las Lagunas de Ruidera, el oasis en pleno campo manchego. Desde allí, otra vez hacia el Norte: La Mancha, tan ancha…

Castillo de Alarcón

Llegamos a Alarcón ya casi anocheciendo. A pesar del calor que hemos pasado hoy, Sergio nos avisa: “poneros todo la ropa de abrigo que tengáis”. No me imagino que vaya a haber un descenso tan brutal de las temperaturas, pero por si acaso, le obedezco, me pongo todos los forros. Esta vez no conduciremos al atardecer, sino más bien en plena noche. Una gran luna llena como un plato aparece por la línea plana del horizonte y nos acompañará un buen rato…

Entramos en Cuenca, con el moco colgando… En Alarcón, dudé en ponerme los guantes de invierno, pero no quería ser exagerado. Me hubieran hecho falta… Menos mal que hice caso a los lugareños… Seguimos la conversación de días pasados: nos reímos un buen rato. Las próximas rutas invaden nuestros pensamientos: ¿volver a África de nuevo?

El “modo return” y el día (del juicio) final

Como buen conocedor y sherpa de la zona, Sergio nos guía por la serranía de Cuenca, esta vez por el Puerto del Cubillo, bordeando los Montes Universales. Una pena estar en “modo return” y no disfrutar de la zona. Buenos paisajes, buenas carreteras y buen tiempo, pero cuando se presiente el final del viaje, entramos en el epílogo, y solo hay pensamientos para llegar a casa. Una pena. Hay que volver a Albarracín…

Me despido de Juantxi y de Sergio. Ya por la tarde me encamino dirección totalmente septentrional. Nada más enfilar la carretera nacional, vislumbro lo que me espera. Un viento norte castigador e inmisericorde me acompañará el resto de la jornada. Trescientos treinta y tres km contra el viento. Con la moto a tope y como máximo 80 km por hora… Por el retrovisor veo venir unas motos, les doy paso con aspavientos, hasta que me doy cuenta que se trata de la pareja de la Guardia Civil… Aminoran la velocidad al adelantarme en una recta descomunal, y continúan ruta. Más adelante, me los encontraría situado en el arcén, controlando a los viajeros, me hacen señales para que continúe, me saludan y se quedan observando la “amotillo” desde la distancia, según veo por los espejos.

En el valle del Ebro el viento arrecia de manera desalmada conmigo. Nos acercamos a una gran ciudad y hay más tráfico, sobre todo de camiones. Esta vez ellos pueden, y nosotros no; nos adelantan de manera despiadada. Ni siquiera podemos mantenernos a rebufo. Tengo que parar un poco para dejar descansar a Grisácea, que en ningún momento se ha quejado; más bien es la escusa para dar a mis posaderas algo de alivio. A la salida de La Almunia, un control; procedo a soplar en el alcoholímetro, y cero «points»… Mientras me coloco guantes, cascos, etc, se acerca un patrullero.

– ¿Es cómoda? – me pregunta por la moto.

– Por supuesto, lo único que hoy el viento no nos da tregua y con 12 caballos…

– ¿Hasta dónde vas?

– Hasta Pamplona; hoy vengo de Cuenca, pero hemos estado unos días en Almería.

-(Silencio y cara de sorpresa) Si vas por la carretera del desierto*, ten mucho cuidado con los camiones, van como locos…

– Muchas gracias, señor agente

– ¡Buen viaje!

*En Zaragoza apodan al tramo de 36 km entre La Almunia de Doña Godina y Magallón, como la “carretera del desierto”.

Bardenas Reales

Otro desierto en el viaje. No es el último. Me costará llegar a las Bardenas, pero gritando al viento dentro del casco (algo así como el Teniente Taylor), lo consigo. Aun me falta unos 100 km; me meto por todas las carreteras vecinales que encuentro para evitar la nacional, y ahorrarme la idea de que los coches se pongan a milímetros de la Dunlop.

De nuevo me pilla el atardecer, y allí enfrente se extienden la llanura del cielo granate y algo más abajo el inextricable laberinto de montañas de color azul. ¿Cuándo los volveremos a ver?

Atardece en el valle del río Arga

 

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VANdalucía 2015 (1). Del Norte al Sur

Suzuki Van Van en Desierto de Tabernas (Almería)

Se me metió en la cabeza hacer un viaje hasta Almería; durante el invierno fui maquinando las posibilidades: sierras, desierto y mar en unos kilómetros a la redonda. El lugar perfecto para vanvanear… Sin embargo, esta noche antes de partir, no consigo dormirme; me levanto y despliego el mapa Michelín número 734 (Nacional España y Portugal), -“¡joer que grande es!”-. Repaso toda la parte del mapa que tengo que recorrer hasta llegar desde Pamplona a Cabo de Gata. Vamos a tener tiempo de realizar la máxima que dice que: “lo bueno de viajar en una moto de baja cilindrada es que tienes tiempo para ir valorando el color del paisaje”.

Tras haber preparado toda la intendencia en la moto, “Grisácea” y yo cruzamos el valle del río Ebro, nos adentramos en las montañicas aragonesas, pasamos por La Almunia de Doña Godina, Cariñena, Épila, Daroca… disfrutando de carreteras solitarias, que no abandonadas. Se va haciendo la primavera según me voy acercando al sur: los colores van cambiando. La gran mayoría de los vehículos a motor se desplazan por las autovías, pero nosotros viajamos por la antigua nacional (N-234) para irnos dando cuenta que hacía bastante tiempo que no rodábamos; demasiado quizás. Hoy toca media Península en direción sur, y como si la gravedad actuase de arriba a abajo en el mapa, la RV se mantiene a ritmos estables, con una velocidad media de 90-100 km, adelantando a todos los camiones. Cuando el viento sopla de cola y la carretera pica ligeramente hacia abajo, no nos apercibimos claramente de ello. A la vuelta no será igual….

Cruzando el Río Tajo

Habíamos quedado con Juantxi en Molina de Aragón, pero que está en Castilla La Mancha. Llega con algo de retraso respecto a la sincronización de nuestros relojes. Un café de despedida más largo del previsto, en su Valencia natal, y una parada rutinaria en un control de la Guardia Civil tienen la culpa. Uno de ellos le dice a título informativo que los intercomunicadores todavía no están autorizados para su uso en general (solo autoescuelas y policías), pero que en la próxima legislación se pondrá en orden su reglamentación precisa. El acompañante del primer agente, se queda sorprendido cuando le pregunta a mi amigo hacia donde se dirige. “¡A Almería! ¡¿En una 125?!”…

Serranía de Cuenca

Tras la parada de la autoridad, unos abrazos y unas vituallas en Molina, para recordar viejos tiempos… A la tarde, otra media jornada motera por la Sierra de Cuenca, ya conocida de otras ocasiones , pero no por ello menos disfrutada… El nacimiento del Río Cuervo, en plena Serranía es un buen sitio para hacer una pausa. Nos espera Hombre Cansado un poco más al sur de la Sierra, nos lo encontramos en el Embalse de La Toba. Esta noche acogerán en su casa a dos friki-vanvers. Como es normal, después de la cena y antes de irnos a dormir, arreglamos la situación económico, política y social, tanto nacional como internacional un par de veces, nada más. Nos reimos mucho, eso si…

Nacimiento del Río Cuervo

Al día siguiente, un día espléndido (pero helador) amanece en Cuenca. Hombre Cansado, como fiel escudero, nos acompaña hasta la frontera con Albacete. De nuevo en la carretera, esta vez la otra media Península que nos queda. Es sencillo: si de Pamplona a Tabernas hay unos 1.000 km y ayer hicimos la mitad del camino, hoy nos quedarán unos 500. Nos toca Castilla la Mancha; la toponimia de La Mancha, tiene diferentes teorías, pero una de ellas se explica que procede de la palabra árabe «mányà», que se ha traducido como «alta planicie», «lugar elevado» y «meseta”. Así mismo, Albacete en su nombre arábigo es “Al-basath”, que viene a significar “La Llanura”. Si realmente es así, los dos son merecedores de su nombre. Es agradable durante un rato de nuestra travesía, ver una sola línea en el horizonte que separa el cielo azul luminoso, de la tierra verde centeno brillante, con alguna oscura encina despistada haciendo malabarismos en la cuerda floja.

Llegamos a Hellín, la patria chica de otro amigo vanvanero. Un mensaje de WhatsApp y Aracos deja a su familia en la mesa, para venirse a tomar un café con nosotros. Unas risas, y nos aconseja bajar por la zona del Embalse del Cenajo, para que veamos que en Albacete también hay carreteras con curvas, ¡muchas curvas y muy bonicas!

Embalse del Cenajo (Albacete)

Queremos llegar al mar y además, que nos pille atardeciendo junto a la costa de Almería. Pero aún nos queda atravesar Murcia por Caravaca de La Cruz y Lorca, hasta llegar la costa. Un atasco en Lorca (estamos en Semana Santa), no haber previsto bien los kilómetros a cubrir, y se nos hace de noche por el camino. Desistimos de vanvanear al lado del litoral y decidimos ir directamente a Tabernas desde San Juan de los Terreros. Planificamos todas las posibilidades para no perdernosen la noche, sin fijarnos que debemos llenar los depósitos. Juantxi que va delante con el GPS no se da cuenta de ello, y en la primera gasolinera que vemos abierta (son la 21:30 horas) le pego una pitada de impresión. En la segunda, de nuevo el ruido estridente de la bocina; me paro, aunque mi compañero no se da cuenta. El mozo de la gasolinera sale espantado preguntándome si me ocurre algo. Mientras le explico lo sucedido y me alaba la fortaleza glútea de llegar desde el Norte en nuestras pequeñas monturas, aparece Juantxi. Una vez repostados, nos despedimos del chico, que nos desea unas buenas rutas por la zona, y en conducción totalmente nocturna, llegamos al Hotel en Tabernas para reunirnos con nuestros compañeros de ruta desértica, venidos desde Sevilla y Madrid.

Nos vemos en el siguiente post…

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Calatayud – Cuenca (vanvaneando con Pluto.2)

El segundo día transcurriría primero por la Comarca de Calatayud, visitando el Monasterio de Piedra y adentrándonos ya en Guadalajara (parando en Molina de Aragón) y posteriormente adentrándonos en el Parque Natural del Alto Tajo. Comimos unas buenas chuletillas en el camping de Peralejos de las Truchas (primera población por donde pasa el río Tajo, donde casi acaban Manolo y Julio, después de hacer unas cuantas monerías…). Entramos en la Serranía de Cuenca y el nacimiento del Río Cuervo bien merecía una parada…

Monasterio de Piedra

Carretera y manta

Nacimiento del Rio Cuervo

Tras bordear el embalse de la Toba, nos esperaba la IV Encuentro Vanvanero, donde nos reuniríamos unos cuantos vanvers, y en el que fue toda una gozada compartir unos días con todos ellos.

Continuará…

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Bardenas – Calatayud (vanvaneando con Pluto.1)

Van Bardena

Quedé con la pareja de dos (Pluto y Julitro) en Liédena (Navarra), una vez que había estado en todos los lugares habidos y por haber en el Pirineo Oscense, y que se hubieran chupado toda el agua del mundo, los día previos. Lo cierto es que, a pesar de todo no se les veía demasiado cansados.

Nos esperaba la pista del desierto de Las Bardenas; esta vez la cruzamos la Bardena Blanca de norte (Carcastillo) a sur (Arguedas). Pasamos por los lugares de rigor, para inmortalizar el evento. Durante la ruta por las pistas habilitadas, iba oyendo un ruidillo en la zona del faro, pero como a todos nos vibra, no me preocupé demasiado. Teníamos previsto atravesar también la Bardena Negra (una ruta que tengo pendiente), pero el calor reinante nos hizo desechar la idea, y parar a comer en Cortes (Navarra), en el restaurante La Abuela. Al parar me di cuenta que el citado “ruidico” eran los tornillos del faro que se habían ido aflojando poco a poco y este se vino abajo. Menos mal que tanto Pluto como Juli, llevan un poco de todo, y se solucionó con un poco de cinta americana.

Manolo en las Bardenas

Bardena Blanca

Monumento al pastor bardenero

Tras el descanso, nos dirigimos por el Campo de Borja, hacia Calatayud. En una de las paradas, se nos acopló una Garravan (ver definición en el diccionario vanvanero), que no fue descubierta hasta el día siguiente cuando nos dispusimos a desayunar en el hotel. Dicho alojamiento estaba a las afueras de la ciudad bilbilitana y, por cierto, nos salió la mar de barato (cada vez que íbamos a preguntar algo a recepción, nos hacían un descuento).

Continuará…

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